UNA EXPRESIÓN CORTÉS EN DESUSO
Yo tuve un vecino —cuasi coetáneo mío— que no me saludaba. A lo sumo murmullaba, si se le acorralaba, una especie de voz gutural que yo interpretaba como hola (yo no hablo mas que ésto).
Era de esas personas que cuando van por el portal de la vivienda, y de reojo perciben una presencia humana a su espalda, agilizan la marcha para subir al ascensor en solitario —bueno, y en conclusión, yo le tenía por un caso extraño y propio de una laxa e incómoda socialización en los núcleos ciudadanos grandes—. Pero posteriormente pasé a vivir en una localidad pequeña y me di cuenta de que mi vecino estaba a la moda —comprobé que la mayoría de las personas con las que me cruzaba en los distintos espacios de la vida colectiva no saludaban— ;que no saludar era mas general de lo que yo pensaba.
Alguna vez leí que alguien se sentía mejor en las localidades pequeñas —a pesar de cruzarse con la perspicacia hiriente del enemigo— que en las ciudades grandes —en las que caminaba entre las miradas indiferentes y las bocas cerradas de los desconocidos— ,pero estoy comprobando que ese proceder en las grandes ciudades se ha extendido a muchos lugares independientemente de su extensión y de su contexto.
Si algún día los humamos se ven acompañados en su existencia por unos seres biónicos antropomorfos puede que recuerden a aquellos que, como mi vecino y otros — que, bajo miradas indiferentes u oscuras gafas junto al silencio de sus bocas—, hicieron de incógnito una forma de vida a la que la robótica hubo de proporcionar un ser humanoide o una mascota cibernética para adecuarse a sus necesidades.
Aulo Pila