25/12/16

ESPECIES INVASORA




LA AMENAZA E LAS ESPECIES INVASORAS


Los ecosistemas se ven constantemente amenazados por las especies invasoras, más ello no quita que existan formas --naturales, biológicas-- de encontrar un equilibrio en los mismos por parte de las especies aborígenes; pero las especies invasoras se desarrollan fuera de sus áreas naturales —en hábitats ajenos y en detrimento de los ejemplares autóctonos— frecuentemente de la mano del hombre.

Pues bien, cuando las plagas están patrocinadas por el ser humano los ecosistemas pierden su potencial natural de equilibrio ya que éste rompe las leyes básicas de la autocustodia comunitaria mediante la reiteración de su cooperación y con la modificación de las condiciones biológicas defensivas del lugar plagado. 
Así, la especie invasora daña en su ocupación al producir cambios notables en la estructura y en los procesos del ecosistema poniendo en peligro la diversidad nativa de la comunidad biótica. Y, una vez que se detecta la invasión, resulta muy difícil -- cuando no imposible-- frenarla sin tener que tomar medidas enérgicas que muchas veces rayan lo antinatural (lo contra biológico) y, algunas, lo deshonesto. Es por ello que hay que identificar a tiempo a los invasores potenciales y así evitar males mayores.

Y, como siempre digo que el ejemplo para lo adecuado lo tiene el humano en la propia naturaleza, vengo aquí a exponer, más que un símil, una variante de invasión: la del hombre por quien considera su propia especie (aunque no sea la misma), el Otro hombre.
El ser humano patrocina su propia invasión animal y racional. Permite el alojamiento en su hábitat de otros animales humanos no autóctonos que malogran los objetivos propios de los nativos. Y ésto ocurre con la invasión física biológica de su espacio habitable; con la invasión —por adhesión— de normativas políticas y culturales de especies exóticas y —lo que es más importante— por la invasión globalizada de los productos para el consumo de subsistencia.

La colmena tiene su estatus y su producto. Traer otra reina, más obreras, mas zánganos y miel de fuera destruye la colmena.

Aulo Pila





24/12/16

OBSEQUIAR




LOS TRES ELEMENTOS DE UN BUEN REGALO
(Obsequiar vs. regalar)

El obsequio (obsequium) es agasajar y también es dar de uno parte de su mismidad o de algo con ella muy relacionado (ob sequor).

Obsequiar no es regalar; si bien el obsequio puede conllevar un regalo, no es viceversa. El regalo no lleva un fin trascendente. El obsequio, en cambio, tiene la trascendencia como finalidad, oculta o no.

Si el lector tiene pendiente hacer un regalo: dinero y/o regale oro (en cualquiera de sus versiones). Pero si quiere obsequiar, si quiere que ese regalo trascienda: dé dinero, regale oro, y lo que es más importante— arranque de su afectividad parte de ella o alguna cosa que sea consustancial con la misma, y entréguela —sin posibilidad de retorno— al destinatario de su ob sequor. Será el mejor regalo. Será un obsequio.

Si algún día esa persona pierde el dinero y el oro, podrá reiterar ante la representación de su afecto: este es el  mejor regalo que he tenido. Me hicieron un obsequio.


Aulo Pila


A MARTE?



La conquista de Marte es para el engaño: nuevas mentiras para nuevos incautos. Aunque se argumenta esa invasión como necesaria para salvaguardar a la humanidad, allí —en Marte— no hay nada para los humanos generales —corrientes—; solo hay  (o mejor, puede que haya) para los humanos opresivos que —mientras justifican el viaje para proteger a la humanidad— escupen en la Tierra, emporcando su espacio mas natural y primigenio.

Los aventureros —de todos los tiempos— son lacayos de sus anhelos vehementes y de las dispendiosas ansias de algunos ricos, aunque, a veces, hayan supuesto algunos éxitos —entre los muchos fracasos y los millones de muertes que cuestan ese tipo de aventuras—. Además, para empeorar el plantel, entre los nuevos aventureros se han ubicado algunos hombres de ciencia a sueldo de la opulencia.

Si de verdad se quisiera amparar a la humanidad no se dedicaría esfuerzo alguno a ese tipo de proyectos y si se destinarían los tesones a disminuir la población humana de este planeta Tierra, a evitar su deterioro ambiental y a procurar una coexistencia —lo más biológicamente adecuada— entre sus moradores.


Marte no es para este momento. Hay necesidades primarias que atender.


Aulo Pila





20/12/16

LENGUAJE BIOFÍSICO



SOBRE LA NECESIDAD DE UN NUEVO LENGUAJE PARA LA COMUNICACIÓN HUMANA

El ejemplo a seguir para casi todo está casi siempre en la naturaleza en lo que respecta a los seres vivos animales humanos. También en ella se pueden encontrar los dechados a seguir para un excelente lenguaje, como sistema léxico de comunicación emisor/receptor. El lenguaje de la biología y de la física, de la biofísica, es el idóneo para una más correcta relación. 
No obstante existen otros lenguajes que, aunque pueden resultar muy válidos, no son tan aptos como el biofísico —que yo observo muy satisfactorio—. Y es aquí donde quiero poner por ejemplo que yo no necesito aprender ingles para nunca poder darle un mejor sentido a mis pensamientos como ya se lo intento dar en castellano (u otros lo intentan en la lengua materna que tengan). De la misma manera una lengua no biofísica jamás podrá darle el mejor de los sentidos a mis reflexiones —salvo en la transitoriedad de la especulación.

Saber hablar otras lenguas, además de la materna , no es bueno —o, al menos, no lo es tanto—. Cierto es que en estos días nuestros se le recomienda a todo el mundo que aprenda un segundo idioma, el inglés generalmente —en nuestra parcela castellano parlante—. Se aconseja que lo cursen los infantes en una enseñanza bilingüe, que lo hablen jóvenes —y no tan jóvenes— para tener mayor o alguna posibilidad de éxito laboral, e, incluso, se insinúa que a los viejos nos vendría tan bien como una buena gimnasia para esa neurogénesis/neuroplastia de mantenimiento que el cerebro mayor necesita.

Y algo de esto ya ocurrió, aunque con menos globalización, con el latín. Hubo una época en que el latín era la herramienta culta del lenguaje. Y las gentes expresaron sus pensamientos en un latín, desde la forma más culta a la menos vulgar
También sirven —y sirvieron— estas lenguas, el latín y el inglés, para combatir el efecto Torre de Babel debido a la diversidad. Sin embargo no se ha puesto un interés suficiente en el desarrollo del esperanto u otra.

Lo cierto es que las lenguas, las referidas y otras, nacen y se desarrollan deficientes (basadas en creencias, mitos, memes y vulgaridades) y por ello limitadas para la comunicación humana superior. Sólo una lengua basada en la naturaleza, en la física y la biología —y supervisada tecnocientíficamente— tendría un desarrollo mejor para la comunicación. Pero no ha habido quien se ponga a ello de una forma global.

El lenguaje, oral y escrito al uso, está evolutivamente obsoleto, desfasado, empequeñecido por la creciente necesidad humana de una comunicación mas tecnocientífica y sapiencial. Y no digamos del lenguaje que no sea el materno. En este último, en ingles por ejemplo, podremos los castellano parlantes cotidianos pedir un café, mantener una charla corriente e incluso hacer una declaración de intenciones pero siempre distará mucho de poder reflejar la esencia de nuestro pensar.

Defino como biofísico, como lenguaje biofísico, aquel que en su constitución y en su comunicación se estructure sobre la base física de la vida y en concreto sobre la base de la neurobiofísica que sostiene nuestra neurología y nuestra neurofilosofía (aunque en ésta pueda existir, transeuntemente, un lenguaje válido no biofísico). Y es la biofísica, la neurobiofísica, el estudio de los fenómenos vitales —de los fenómenos neurológicos—  mediante los principios y métodos de la física. 


Aulo Pila



ETHOS




SOBRE LA NORMALIDAD DE CUALQUIER CONDUCTA

El ser humano nace y se hace. Es genético y cultural, epigenético. Tiene un desarrollo genético-cultural dentro de un abanico pseudo opcional que va desde lo muy bueno (muy adecuado) a lo muy malo (muy inadecuado) —pudiendo ser ángel, demonio o algún intermedio—. Hacedor del bien o del mal —de acciones buenas o malas— ante los juicios propios y los ajenos —que no tienen porque ser coincidentes.

Por ello, yo exculpo al ser humano de sus acciones —de las buenas y de las malas— desde el punto de vista biológico —genético—. Y habrá que buscar una exculpación cultural —epigenética—, que seguro la hay y es diversa. Cabe sobre esta última defensa una larga lista de motivos dispensantes que se inicia con el hecho de que la epigenética cultural está condicionada en parte por la genética biológica y en parte por el ambiente plurifactorial en que se desarrolla.

Cierto es que hay que defenderse como humano y humanitariamente de las acciones que puedan ser bien o mal ejecutadas por los unos y que nos repercuten individual y colectivamente a los otros, pero hay que hacerlo bajo el manto científico de la biología y bajo el manto social de la cultura modificando los actuales métodos de custodias basados en pautas morales.

Redefinir la normalidad de cualquier conducta es obligación de animales racionales, de humanos. Y ,redefinida ésta, hay que seguir racionalizando el defenderse del otro, no con la represión (al alcance de todos) sino con la razón científica (al alcance de muchos) que necesita de un esfuerzo para su control al igual que nos esforzamos en no ser primariamente represivos.



Aulo Pila


18/12/16

ESPÍRITU



LA INCOMPRENSIÓN DE LA MATERIA PARA UNA MUERTE RACIONAL

Cierto es que a lo largo de los tiempos el humano se ha preguntado por muchas cosas. Ha escudriñado el origen del cosmos, el origen de su vida, lo espiritual y lo material, lo mortal e inmortal —entre otros asuntos—. Y de todas las cosas que se ha cuestionado me llama la atención que todas las ha podido presenciar salvo dos: lo espiritual y lo inmortal. ¿A que se deberá eso?

El homo contempla el cosmos, la vida, la materia y la muerte, y se pregunta por ello. Pero ¿por qué se pregunta por lo que no ha sentido?

Fabulamos —creamos el mito— para justificar aquello que no podemos testimoniar con los sentidos o demostrar con la ciencia y por ello la mitología va acotándose a medida que la razón y sus investigaciones muestran lo oculto. Es el espíritu, probablemente, una reminiscencia mítica de épocas menos racionales y lo será por largo tiempo. Lo que no sentimos, lo que no es visiblemente materia, nos parece inmaterial —espiritual—. Y tiene la espiritualidad dos estandartes: la mente y el alma.

Es lo mental, espiritual, lo que genera mi cerebro en tanto no se muestren algunos procesos cerebrales, en tanto no se vea su materialidad. Lo que hoy es mente, mañana será función de la materia cerebral —el conjunto de unos procesos cerebrales superiores—. Lo espiritual resulta de la incomprensión.

Es también lo espiritual una conexión con la inmortalidad. Otro espíritu, el alma, conecta la necesidad humana de no querer ser mortal: muere nuestro cuerpo —materia—, pero no nuestra alma —espíritu—. Un deseo causado por miedo, por miedo a la muerte. Por miedo al desconocimiento de la muerte. Pero, ¿es miedo o incomprensión de la muerte? ¿Por qué —nos preguntamos— hemos de morir nosotros como vulgares animales?, nosotros los racionales, los únicos —así nos creemos— libres, presuntamente, del universo. Y entonces recurrimos a la fabulación, al mito, e ideamos un Dios (o un Arquitecto de todo cuanto vemos y cuanto no vemos) y nos erigimos en el animal de su elección, basando nuestra racionalidad en un mero préstamo con intereses de éste en forma de espíritu, el alma —como algo desgajado de su esencia y que ha de ser eterno como él, sin un límite temporal como lo material—. Nos consideramos parcialmente inmortales y nos reconfortamos engañosamente para aguantar el dolor de la vida y de la muerte.

El hombre de hoy, ecosistematizado, debe dar respuesta a su vida y a su muerte sin arrogancia sobre lo demás y ha de entender su muerte como el fin de un ciclo que se repite saciantemente en la naturaleza.
La inmaterialidad de Dios —Dios como espíritu puro— es también el resultado de nuestra incomprensión de la materia. Al ver sus supuestos actos (que si puede explicar la ciencia) pero no a él, lo fabulamos como espíritu —al igual que hacíamos con los procesos cerebrales a los que llamamos mente y con las cosas cuya materia no sentimos—. Dios, un Arquitecto, existiría, tal vez en una dimensión no alcanzable por nosotros o tal vez como producto de un proceso cerebral.

Aquí están los ingredientes. Que cada uno los mezcle —no como una ensalada sino como cosas conexas— y digiera.
Ahí va una receta: Mientras llega la mostración y demostración de los procesos cerebrales —que aclararan muchos mitos— perdamos miedo y soberbia ante la muerte, y entreguémonos a ella de la mejor forma posible: racionalmente — aceptándola como el fin de ciclo de los elementos vivos de un ecosistema y luchando contra lo más penoso de ella, el dolor—. Y si esta aceptación nos parece muy humana, demasiada humana, resistamos sin ceder en la búsqueda de la excelencia para la sabiduría y la inmortalidad física (científica). 





Aulo Pila







EXCULPACIÓN BIOLÓGICA



SOBRE LA CONDUCTA DAÑINA E INOCUA


Yo —en mi operar existencial— he perjudicado, algunas veces, a unos y a otros. Mas, en esta simbiosis animal y racional de mi determinada vida, no he dañado por dañar —aunque a veces se puede lastimar por el gusto de hacerlo—. No en vano, aun en esta postrera cuestión de un gozoso hacer, los homo nos conducimos por imperativos genéticos que transitan tanto por nuestra paleogenética como por la epigenética circunstancial de cualquier jalón en nuestra neurogénesis/neuroplastia.
Y es que tan neurobiológico es ser dañino como ser inocuo —o como ser neutro. Nuestras acciones son reflejos —más o menos elaborados, y siempre condicionados—propios de la neuronabilidad del suprasistema en los que intervienen desde el más simple de los mecanismos hasta unos complejísimos funcionamientos marcados por la genética y la epigenética circunstancial del desarrollo conductual.

Por todo lo anterior, yo no me siento culpable de los efectos colaterales de mis acciones y por ello no percato arrepentimiento, pero si me disculpo mediante una exculpación biológica. Así, los que nos consideramos racionales pero con la inseparable impronta de la animalidad, no podemos hacer otra cosa que excusar nuestras conductas sobre la base de una herencia circunstancializada contra la que nuestra intervención racional —por mucha ayuda que reciba de la voluntad— carece en la generalidad de las coyunturas de una suficiente fuerza antideterminista y circunstancializable.

Bien está que como racionales queramos proteger a otras especies en peligro de extinción, pero es muy bueno también que como racionales implicados en primera persona con nuestra propia especie la tutelemos de su extinción y consideración animal racional. 

Consideremonos lo que somos, animales racionales, pero animales ante todo. No huyamos de nuestra esencia con unas medidas de nuestros valores que se basan en moralidades y no en éticas científicas y biológicas.


Aulo Pila




15/12/16

SUBJETIVIDAD PERDIDA

LA MISMIDAD PERDIDA


Nosotros —como sujetos enfrentados a un mundo externo (como singulares pensadores o sentidores) separados de lo forastero en la medida que nuestra supuesta intimidad emancipada nos lo permite y como un todo ensimismableperdemos nuestra subjetividad en favor de la objetividad subjetivada del Otro. Y eso viene a ocurrir cuando abrimos de par en par nuestro cerebro para que el Otro lo observe.  

Es la inteligencia el único arma que tiene el homo —formando partes de ella el saber administrar el conocimiento, el pensamiento y el saber conducirse por la vida—. Pues bien, para este saber comportarse en la existencia —para la prudencia— es fundamental, por necesario, que el Otro solo nos conozca lo indispensable para una adecuada relación social, ya que —cuando abrimos de par en par nuestro pensar— puede conocer nuestra mejor defensa: la mismidad.

Descuidamos esta identidad personal cuando la compartimos con el Otro. Cuando descubrimos —a un médico, a un psicólogo, a un sacerdote, a un abogado, a un juez, a una persona amada o a la red— la esencia de nosotros mismos. Esa esencia, nuestra mayor herramienta intelectual, deja de ser de exclusividad propia y pasa a ser información del Otro que ,haciendo uso de una presunta objetividad que siempre está subjetivada, intenta trastocar o enjuiciar nuestra conducta con un sistema ajeno de valores que ni es tan válido y ni tan siquiera ejercita.

La mismidad es la que nos hace ser y subjetivar. Y eso no se comparte.


Aulo Pila





12/12/16

EL HOMÚNCULO DEL POLÍTICO




EL HOMÚNCULO DEL POLÍTICO

Πάντα ρεῖ del homúnculo de Penfield


Penfield fue un médico (neuropatólogo) y cirujano que determinó —mediante la estimulación eléctrica de la corteza cerebral, aprovechando las craneotomías con fines quirúrgicos— el homúnculo que lleva su nombre; una figura humana distorsionada en la medida en que cada una de sus partes tiene una representación en el córtex sensitivo y motor proporcional a su acción —así, la boca y la mano de este hombrecillo son proporcionalmente mayores, al poseer un considerable número neuronal aferente (sensitivo) y eferente (motor) en esa corteza cerebral.
Y es aquí —en la existencia de un córtex sensor con su homúnculo y un córtex motor con el propio— donde se establece la oportunidad de este comentario, algo festivo.

Resulta que, el córtex sensitivo —su homúnculo— constituye una representación de nuestras partes corporales en la que los labios, las manos, los pies y los órganos sexuales tienen un tamaño considerablemente más grande que otras partes del cuerpo, siendo este homúnculo sensorial de proporciones y dimensiones muy similares en cada uno de nosotros.
Sin embargo, el homúnculo motor evoluciona mas notablemente con nuestro existenciar y difiere de una persona a otra; así, la mano en el cerebro durante la niñez tiene un tamaño en el homúnculo de menor representación que la mano en un cerebro adulto que corresponda con un pianista o algún político transgresor. En estos dos casos, la mano —debido a la acción reiterada— adquiere un tamaño del hombrecillo mas desarrollado como prueba representativa derivada de la neurogénesis y la neuroplastia.

Podría ser el político —no tanto el pianista— un caso ad hoc para explicar la evolución de la neurogénesis y la neuroplastia. Así, con una casi misma base cortical sensorial podemos desarrollar un homúnculo motor de amplia mano, de gran boca e hipertrofiada lengua por el uso en la acción y su deriva neurogenética/neuroplástica, viniendo ésto a demostrar por un lado que todos podemos evolucionar desde el punto de vista de la neurogénesis y la neuroplastia (incluso a políticos), y por otro lado que esos políticos —al menos inicialmente— pudieron ser como los demás. 


Aulo Pila




7/12/16

HUMANO FALLIDO



PERFECCIONANDO MIS DEFENSAS


Yo fui —y sigo siendo— un humano fallido; fallido por los chascos que han ido extenuando mi existencia pseudoguiada por los esquemas que otros diseñaron y por los que yo mismo he ido trazando bajo la influencia de aquellos; por pretender con unos valores y unas morales —de pseudohumanos y humanísimas— tan biológicas como antibiológicas; por bregar con unas leyes decretadas con la fuerza de los músculos, pero sin un adecuado discernimiento. 
Me convertí en un humano deslucido por los otros y por mi mismo; desgraciado por intereses sociales y familiares; desdichado por pseudotendencias propias —por inclinaciones que no me convenían pero me cautivaban; infausto ante unos atractivos espurios y engañosos sobre un porta social lleno de sombras alopoiéticas al microscopio.

Y, desmembranado, he ido existiendo sin la protección biológica de la capa lipoprotéica de mi frontera limítrofe; y he sido asaltado por fenómenos —siempre físicos— externos que han mangoneado arbitrariamente mi suprasistema nervioso al antojo de sus requeridas estimulaciones.

Han sido mis genes —en sus interacciones medioambientales— los que se han visto superados por los elementos de una física —aún no comprendida plenamente por mi— como la de los memes —esas unidades culturales transmitidas a través de generaciones y englobados en el dossier de las causas epigenéticas— que no pude combatir todo lo acertadamente que me propuse. Unos memes que pontearon mi barrera de defensa biológica en los momentos del desarrollo en que aún mi máquina de supervivencia no había podido desarrollar los más elementales y fuertes —por unos básicos y biológicamente necesarios— rasgos de la humanidad. 

Y aquí estoy; corrigiendo mis defensas periféricas.


Aulo Pila





5/12/16

NEURONOGÉNESIS PÚBLICA Y PRIVADA



COGNICIÓN PÚBLICA MEDIANTE COGNICIÓN PRIVADA


Es la génesis el origen —el principio y el desarrollo de hechos y causas que llevan a un resultado. Por tanto, la neuronogénesis es el origen —el principio— y el acontecer (neuronoplasticidad)—con sus causas— en el devenir del suprasistema neuronal.

Por otro lado, dado que una cosa no es hasta que algo o alguien la significa, el suprasistema neural no es hasta que algo —un estímulo— lo complica de alguna manera. Así, lo que señala al suprasistema nervioso resulta de unos estímulos iniciales que lo hacen nacer, desarrollarse y mantenerse —estímulos de procedencia genética y que a su vez portan en su esencia una incitación ancestral—, y, posteriormente, unos estímulos epigenéticos que se prolongan durante todo el existenciar —vivir y parte del morir (ya que la muerte total del sistema solo ocurre cuando la funcionalidad del mismo cesa de manera irreversible).

Pues bien, los humanos tienen una neuronogénesis inicial —genética— y una casi determinada propensión a una neuronogénesis del devenir —epigenética—. Pero, mientras unos humanos desarrollan una génesis activa en la constante mejora sin fin del tándem del humanismo —transhumanidad/posthumanidad—, otros humanos adhieren su causa a las ajenas y subsisten por ósmosis desde los primeros. Unas neurogénesis y neuronoplasticidad —privada y pública, particular y universal— relacionadas e inseparables. 


Aulo Pila


DOLOR



( o "es innecesario", se puede añadir a esta frase de Séneca).

El dolor es una necesidad biológica. Es una sensación aflictiva necesaria como la sensación álgica de cualquier lugar del organismo animal— y es cuestionable —en cuanto a la necesidad del sufrimiento físico y del pesar prolongado.

Son las algias unas aferencias sensitivas que constituyen un ardid de alerta en el ser vivo animal del que se sirve el suprasistema neural para intuir si en algún lugar del medio ambiente interno existen alteraciones tisulares de su estructura que pudieran perturbar su adecuada existencia . Es el dolor —las algias— una petición de socorro de tonalidad diversa.
Pero hay un género de dolor —el sufrimiento o el pesar duradero— que se puede objetar como una necesidad ineludible, aunque se entienda como la expresión de los estratos rectores superiores del sistema neuronal que se impone ser precisa e inseparable de lo propiamente álgico.

En cualquier caso, el dolor —álgico o no— es un arma bioevolutiva que, lejos de prescindir de ella, se debe tomar bajo control para que algo que es defensa no se convierta en agresión.
Los humanos tienen dolor, y padecen dolor. El dolor se padece cuando dos de sus variables están desmedidas: la intensidad y la perseverancia. A ambas hay que combatir desde una humanidad contestataria.

Cierto es que no se puede albergar, en la concepción actual del mundo, una vida animal sin dolor, pero si se puede cobijar la posibilidad y probabilidad de una naturaleza en la que el dolor esté bajo dominio; y, hacia ello se debe dirigir la tecnociencia: hacia mecanismos que controlen, modulen e incluso sustituyan las sensaciones nociceptivas por otras —alertantes pero no tan disconfortantes. 


Aulo Pila









4/12/16

CIENCIA INFUSA



DE LA NECESIDAD DEL CONOCIMIENTO Y DE LA CIENCIA INFUSA

             
Algunos entienden por ciencia infusa un conocimiento no adquirido con el estudio y el aprendizaje; un conocimiento que la mayoría de los humanos que se han planteado esta cuestión han atribuido a factores sobrenaturales.

Hasta hace poco, por ciencia infusa se juzgaba la noción escolástica, metafísica, de un conocimiento que un dios, a modo de hábito, comunicaba al alma humana sin que interviniese la percepción —creencia ésta que el materialismo filosófico apeó de determinados sectores humanos que empezaron a prescindir del espiritualismo—. Así, el materialismo decide acabar con el dual cuerpo-mente y deja una senda abierta al cientificismo —mediante la neurología— y a la especulación, en tanto se neurologiza, —mediante la neurofilosofía.

Pues bien, con dichas herramientas (con la neurosofía —la neurología y la neurofilosofía—) reflexiono sobre dos posibilidades para este añejo concepto de ciencia infusa. Por un lado, el hecho de que la ciencia infusa como creencia pudiera tener una base científica, ya que intuyo, sobre indicios, que todo aquello que la humanidad conoce o cree a lo largo de sus millones de años de existencia es siempre físico y de explicación científica (haya la ciencia afinado sus pertrechos probatorios, o no, en cada caso). Así, la infusión del conocimiento podría deberse a la trasmisión de una de las tres memorias biocarbonadas: la genética —son las otras dos la memoria neuronal y la inmunológica—. Por otro lado, considerando la base científica de la posibilidad expuesta, cabe además la conjetura de que los humanos puedan ofrecer ciencia infusa mediante la ingeniería genética y la ingeniería informática en un futuro que casi ya es.

No habrá que perder el tiempo con esta segunda suerte, ya que el saber no, pero el conocer ocupa tiempo y lugar, y no hay tanto del uno ni del otro.


Aulo Pila