7/8/15

HUMANAR


TRANSHUMANISMO Y POSTHUMANISMO

Veamos que se quiere decir con transhumanismo. El prefijo trans- significa 'al otro lado', 'a través de’; en tanto el vocablo humanismo quiere aquí significar el operar propio del ser vivo animal humano (SVAH). Significa, pues, algo que hay o que puede haber a través de (o al otro lado) del operar particular y universal. Y ese algo que hay al otro lado es el posthumanismo: del prefijo post- ('detrás de' o 'después de') y del término anterior —cuyo significado lleva asociado un cambio en el operar propio del SVAH.
Y, ¿Qué modificaciones en el operar humano ocurren desde que el SVAH existe sobre la Tierra?: persevera —y consigue— unas transformaciones que van mejorando sus limitaciones y combaten el dolor; también introduce innovaciones que sustentan su deseo —mas onírico que reflexivo— de querer evitar la muerte (de inmortalidad).

Pues bien, para que semejante fluir por el transhumanismo desemboque en el posthumanismo, el homo ha usado y usa desde sus uñas a los más refinados avances actuales de la tecnociencia; y ha consigue estados de posthumanismo. Me explico.

El humanismo lleva implícito el trans- y el post-. No existe un periodo humano que seguido de otro transhumano llegue a uno posthumano. Los tres conceptos coexisten, se solapan y están sometidos al πάντα ρεῖ de Heráclito. Nunca ha habido ni habrá un periodo definido de alguno de los tres.

Desde que existen humanos hay —por connaturalidad— transhumanos que conllevan a estados de posthumanismotransitorios, por perecederos, debido a que los avances caen en una especie de obsolescencia ante la que parece una inagotable creatividad humana. No obstante, en los últimos tiempos, el avance hacia la singularidad, hace pensar que está cerca un portentoso aumento de la inteligencia (biológica o no) y una liberación del casi determinismo biológico (nucleico) que puede llevar a grandes logros en la longevidad; y todo ello gracias al enorme desarrollo tecnocientífico —de lo humano en sí.

Aulo Pila





29/6/15

SALUDAR

UNA EXPRESIÓN CORTÉS EN DESUSO

Yo tuve un vecino —cuasi coetáneo mío— que no me saludaba. A lo sumo murmullaba,  si se le acorralaba, una especie de voz gutural que yo interpretaba como hola (yo no hablo mas que ésto).
Era de esas personas que cuando van por el portal de la vivienda, y de reojo perciben una presencia humana a su espalda, agilizan la marcha para subir al ascensor en solitario —bueno, y en conclusión, yo le tenía por un caso extraño y propio de una laxa e incómoda socialización en los núcleos ciudadanos grandes—. Pero posteriormente pasé a vivir en una localidad pequeña y me di cuenta de que mi vecino estaba a la moda —comprobé que la mayoría de las personas con las que me cruzaba en los distintos espacios de la vida colectiva no saludaban— ;que no saludar era mas general de lo que yo pensaba. 

Alguna vez leí que alguien se sentía mejor en las localidades pequeñas —a pesar de cruzarse con la perspicacia hiriente del enemigo— que en las ciudades grandes —en las que caminaba entre las miradas indiferentes y las bocas cerradas de los desconocidos— ,pero estoy comprobando que ese proceder en las grandes ciudades se ha extendido a muchos lugares independientemente de su extensión y de su contexto.

Si algún día los humamos se ven acompañados en su existencia por unos seres biónicos antropomorfos puede que recuerden a aquellos que, como mi vecino y otros — que, bajo miradas indiferentes u oscuras gafas junto al silencio de sus bocas—, hicieron de incógnito una forma de vida a la que la robótica hubo de proporcionar un ser humanoide o una mascota cibernética para adecuarse a sus necesidades.

Aulo Pila





28/6/15

USA-MEME


YO SOY ABORIGEN DE


Yo soy aborigen de Málaga —de Malaka, del sur de Al-Andalus, de Iberia, de Hispania, de un estado de los EE.UU. de Norteamérica y (ahora) de un condominio de la Unión Europea—. Yo soy aborigen de un territorio civilizado por fenicios, griegos, romanos, árabes, vándalos … y por los americanos del norte

Cuando yo era un niño, y aun no conocía la geografía ni la cultura de la tierra que pisaba, otras costumbres —a raudales— entraban en mi casa mediante la televisión. Una Televisión Norteamericana que me ofreció antes los dólares que las pesetas y el FarWest que el Levante español —Alicante, de donde procedía el cincuenta por ciento de mi dotación genética.

Con la TV y Hollywood se tatuaban en mi blando cerebro infantil unas señales de identidad cultural de las cuales jamás podría desprenderme. Y por ello, yo soy —culturalmente hablando— norteamericano. Así lo quiso el imperio de los EE.UU., su hegemonía en Occidente y la escasa autoridad local del suelo en el que yo habitaba. 

Yo crecería —en mis primeros años de adolescente y de adulto— con una especie de estigma (y de autoestigma) que no era mas que mi marca. Y de tanto luchar contra esa llaga empezó en mi a crearse una defensa de esa mi seña: yo soy americanodel Norte y no estoy afligido por ello. Y así como una persona no debe renegar de los genes que hereda, ni de la leche que mama, tampoco ha de repudiar la cultura que le alimenta —y yo, culturalmente, me he alimentado mas de la leche en polvo y de las hamburguesas que del aceite de oliva y del jamón: el economato estaba expedito para los ultramarinos en el televisor que se ubicaba en la sala de mi casa, mientras el aceite de oliva y el jamón no solían venderse en las tiendas de comestibles al uso. 

Aulo Pila



27/6/15

CAMBRIDGE VS SERENGUETI


EL SENTIDO PRÁCTICO DEL ABORINGEN INGLES


En Inglaterra —en Cambridge y sus alrededores— se aprecia el sentido práctico de las gentes del lugar. Las labrantías, las dehesas y las demarcaciones para el asueto tienen una constante en la acción medioambiental de las personas: que el impacto del operar humano en la física del entorno sea el mínimo posible —o al menos que aparente ser el menos probable—; de ahí que, cuando transitamos por esas tierras nos muestren una uniformidad en el trato y —lo que es casi tan importante— tengan una pinta armónicamente adecuada.

Pero si llevamos la interacción medioambiental a nivel de los estudios académicos en la Universidad de Cambridge vemos que esta tierra es un crisol para aquilatar una especie de marchamo —una identidad de clase y dineros de muy distintas procedencias—. Y aquí la interacción debe ser la mayor posible —o al menos que aparente ser muy probable.
Los cognoscentes que allí acuden, buscando conocer y nombramientos, tienen un quórum común: desean un distintivo dentro de la diversidad que pese en sus vidas curriculares hasta el punto de poder escorar sus azares hacia el más adecuado —para ellos— en los arbitrios del porvenir.

Cierto es que lo que allí se enseña —en sus College’s— es de buena calidad, pero no es mejor que la instrucción de algunos maestros, o de sus apuntes, en cualquier rincón del mundo. 
También es palmario que, en un ámbito con efluvios de añejos y buenos conocimientos —con pátina de ascendencia—, la ósmosis del percibir se realiza de manera más fácil —incluso en contra de un gradiente favorable ( se pueden conocer a humanos de escaso nivel que han obtenido aparentes superaciones en esta Universidad). 


Lo anterior es tan físicamente demostrable y tan biológico como lo contrario. Así , tan bueno es aprender filosofía —u otra— en un College de la Universidad de Cambridge como en una choza del Serengueti, con una buena línea para internet y con un buen filósofo a mano. Y está claro que el nombramiento del Serengueti no tiene igual peso que el del King College en el azar del devenir, pero el conocimiento y la sabiduría que de él se derive no tienen que envidiarse —ni el uno del otro, ni la una de la otra—.

Aulo Pila




26/6/15

TARA Y CARGA



Quod ab initio beneficium fuit, usu et aetate fit debitum 


Decía el romano: lo que en un principio era beneficio, por el uso y el tiempo se convierte en carga.
Pues bien, el cerebro humano como estructura puede variar su capacidad de carga con el uso y el tiempo, y a la vez aumentar su tara —que en sí es propia carga. De hecho a lo largo de la vida va aumentando la carga emocional propia, tarándose con la propia  y cargándose con la ajena.
Hasta aquí, en un cerebro normal puede, incluso, haber solamente un desequilibrio entre la tara y la carga que producen desarreglos emocionales transitorios mientras se reajusta la segunda —la carga.
Pero, ¿Qué pasa si la tara viene, como dice el diccionario, como un defecto importante de carácter hereditario? Pues, pasa que el recipiente (la estructura) o es pequeño o no está preparado para transportar la carga —y no hará falta esperar al paso del tiempo ni al uso, ni a reajustes de carga. Aquí el desarreglo va a ser constante.

La vida es inicialmente un supuesto beneficio que con la edad y el discurrir de la misma se convierte en carga, para todos --siempre-- en mayor o menor grado. Dependiendo de la tara de nuestro cerebro llevaremos la carga con mayor o menor sufrimiento.  


Aulo Pila


SOMBRERO CORDOBÉS



UN SOMBRERO ENTRE LA DIVERSIDAD DE MÉTODOS TERAPÉUTICOS

 Una semejanza chocante que no es chanza

Todo método, toda terapia, tiene validez durante un tiempo —al menos en sus inicios—. En seguida, alguna otra disyuntiva le desestima su idoneidad al mejorar, supuestamente, la interacción argumental entre el afectado y el terapeuta (o entre el cognoscente y el sabedor).

Observo aquí que la diversidad de métodos (o terapias) es tan eficaz como puede serlo un sombrero cordobés utilizo este símil tan distante a resulta del consejo de la terapeuta (θεραπευτής) de una asociación de individuos con diversidad funcional a sus adscritos: “Si me decís que os mejoráis cuando os caláis un sombrero cordobés, yo me lo creo. Y, además, os digo: ! que no os falte ese sombrero ! , pero seguid buscando la causa del problema”.  

Pues bien, en muchas de las situaciones disconfortantes de la neuroclínica de la conducta, la raíz del problema reside principalmente en no reconocer (por no explorar, admitir o recordar) la causa primaria del desasosiego. Y es que, aunque se conozca el miedo primigenio del cúmulo que constituye el disconfort no suele haber un enfrentamiento directo con él precisamente por miedo y suele dejarse en manos de mercenarios. 
Se interpreta así un drama que está escrito en primera persona —conociéndolo mejor que nadie— y se permite sea dirigido —en la escenificación interactiva— por otros a los que se le supone sabiduría para hacerlo (al menos mientras el afligido adecua la sabiduría propia). En conclusión, se cambia la subjetividad propia por la subjetividad ajena.

Con lo anterior quiero decir que todo método o terapia debe llevar implícito, por necesario, un escudriñamiento, una admisión y/o una rememoración de aquello que pudo ser la causa primera justificante del displacer alcanzado. Y es que el sombrero, en este caso cordobés, —como cualquier terapia— es un útil que nos cubre, nos significa y , lo que es más importante, nos recuerda que la testa está ahí, que hay que protegerla de los miedos y reconocer la naturaleza de estos. Que el sombrero nos lo pueden prestar, lo podemos encontrar casualmente o lo podemos comprar al darnos cuenta, de forma hetero o autoinducida, de su utilidad. Que lo importante es que no nos falte el sombrero.

Este símil del drama emocional expuesto, es también válido para el problema del cognoscente buscador que , igualmente, cambia la subjetividad que le es propia por la subjetividad ajena del supuesto sabedor. Se puede ir a hombros de gigantes, pero no arrastrados por ellos.

Aulo Pila





24/6/15

OTRA VÍA


ME ESTOY QUEDANDO SIN TIEMPO


Mi yo fisicalista va agotando el camino que eligió para intentar la racionalización de su mundo (ese entorno que me circunda y el medio interno que me empapa la mismidad). Por ello, he decidido buscar, también, por otras vías que me puedan atajar hasta aquellos entendimientos que —pendientes del devenir de la física— yo no puedo, ni quiero, esperar por razones obvias.

No es que haya perdido mi convencimiento de que la física es la explicación de todas las cosas, sino sencillamente que mi tempus fugit —ese tiempo que no existe pero se emociona— lo es tanto que me estoy quedando sin él; y es por ello que, sin regalar en exclusividad esas comprensiones para los buscadores cognoscentes mas jóvenes —o no naciturus—,quiero dedicar parte del existenciar que me queda a mirar, también, por algunos ojos ajenos que puedan haber visto lo que yo no he ojeado con los míos. 

Pero, para dedicar parte de mi escaso tiempo a lo ajeno deberá ser éste sobre pensamientos expresados en exposiciones cortas, atrayentes y afines; y por ello, sin abandonar la física (ya que yo no creo ni me reservo el derecho), voy a continuar parte de mi existenciar en la objetividad de que la singularidad está cerca. 


C. DePilón



21/6/15

TÁNDEM DE YOES

Carlos Sánchez y DePilón

Yo soy: yo y mis circunstancias. Y mis circunstancias han hecho que mi yo sea(n) yoes; luego yoes somos yo y mis circunstancias.
Justificar la firma y la rúbrica de algunas de las notas de este cuaderno de bitácora  puede aparentar el único propósito de estas líneas, pero también pretendo — pretendemos— explicar el contexto.

Yo —Carlos— soy y somos dos: Sánchez y DePilón; y soy y somos dos, al menos, correspondiéndo-(me/nos) con el yo y los yoes que de nuestro ser vivo animal humano puede(n) emanar. Podemos ser mas, pero estos dos somos los que fundamentalmente experiencian en nuestra vida.

Durante un tiempo compartido vivimos acurrucados en nuestro cerebro —sin percatarnos— pero por ventura nos conocimos al demoler la tabiquería de esta nuestra casa —nuestro suprasistema nervioso—. Y, usando toda la hacienda — amoblada con los enseres de uno y del otro ordenadamente acomodados y prescindiendo de los sobrantes— nos dispusimos a vivir juntos (no uno después del otro, ni el otro sin el uno). Y resolvimos no prescindir de lo útil que ambos podíamos aportarnos.

Existenciamos el uno —ora un yo social y extrovertido— con el otro —ora un yo intimo e introvertido. Y ambos, llamándonos con nuestros nombres (uno y otro derivados de la antroponimia administrativa y de la alia nomine cognitu respectivamente), no podemos renunciar a nada de lo que nos concierne: uno y otro somos dos; nos llamamos de formas distintas; y tenemos en usufructo el mismo cerebro y los mismos genes —aunque cambien las circunstancias medioambientales.

Yo firmo por los dos.

Aulo Pila





20/6/15

INTERÉS


IMPULSIVIDAD Y REFLEXIVIDAD

 Dos estilos cognitivos bien diferenciados en el conocimiento y en la sabiduría. 


Hay puertas que se abren hacia afuera y sin ser aldabeadas. Entradas que exponen lo íntimo —el contenido— sin que medie petición alguna y sus hojas pueden incluso chocar los entrepaños con los elementos del exterior (transeúntes, por ejemplo).
También, hay puertas que lo hacen hacia adentro tras la súplica de un visitante - con la manilla de la poterna- que suele traer objetivos conocidos o cuestionamientos trascendentes.

Pues bien, en algunas situaciones —anfibológicas, de desconfianza o de prisa— se suele elegir, a menudo, actuar (estilo cognitivo de impulsividad) —a riesgo de equivocarse— en vez de evaluar la acción (estilo cognitivo de reflexividad) — manera esta que minimiza los errores aunque conlleva una perdida de tiempo que suele compensarse—. Así, el segundo de los estilos tiene la querencia de inhibir las respuestas iniciales y reparar en las mismas para evaluar un mayor grado de precisión.

De esta suerte, los conocedores y sabedores impulsivos suelen mostrar una tendencia a abrir —hacia afuera y sin llamada previa— la puerta de sus pensamientos, a riesgo de que en la antepuerta no haya unos interesados persistentes o pertenezcan a un mundo ambiguo y receloso; una propensión que las más de las veces suele ocurrir por el anhelo de un éxito rápido que satisfaga el ego de los cognoscentes. Por otro lado, los entendidos y avezados reflexivos suelen abrir la puerta de su reflexionar hacia adentro y a demanda de picaporte, aumentando la posibilidad de éxito, demorado sobre la base de un menor riesgo, al estar ( a ambos lados) unos mas interesados y mas cognoscentes buscadores.

No es de interés interesar al desinteresado. El interés no se precisa si no es significado por el mismo interesado.

Aulo Pila


13/6/15

TÉRMINO MEDIO



VIRTUD Y EQUILIBRIO

La diversidad del término medio


La virtud humana es una cualidad operacional que resulta de un ser o un estar, y el equilibrio es un estado evolutivo resultante de un procesar continuo —a veces sobre la base de una eficacia (de la que se es o en la que se está)—. El estado avezado no está en el término medio ,sino donde esté ubicado el apoyo —el sostén— o el fulcro de la palanca que nos puede proporcionar el equilibrio balanceado ( lugar donde realmente se nivela la acción).

La virtud es un estar procesando continuo para la estabilización y el equilibrio es un proceso continuo que puede llevar a la eficiencia. Pero el lugar —el espacio fisicable y matematizable— donde está la virtud no es el termino medio matemático (como la cantidad que es consecuencia de sumar dos de ellas y dividirla por el dígito que las expresa). Tampoco se aclara con el entendido por término medio lógico (como uno de los tres términos de un silogismo que sirve para que el menor y el mayor se relacionen, y que por consiguiente es común a las dos premisas y se elimina en la conclusión). E igualmente, no se clarifica con el derivado de la doctrina moral de Aristóteles como el término medio moral o justo medio —posición entre dos opciones de la conducta que se consideran viciadas, tensas o problemáticas.

Pues bien, a consecuencia de esta última acepción del concepto —justo medio—  se ha dicho y dice que la virtud está en el término medio, confundiendo este término (o justo medio) con un punto que espacialmente podría interpretarse como equidistante de dos fuerzas, de dos conductas, de una potencia y su resistencia que luchan por el poder o por el equilibrio entre ambas. Pero, el equilibrio tiene su lugar en el punto de apoyo, en el sostén o en el fulcro que mantiene ese par de fuerzas compensadas para la mejor de las acciones —y no tiene por que ser central.

Aulo Pila


28/5/15

HUMANOS MEJORADOS



LOS ASPECTOS INDESEABLES DE LOS HOMBRES


El transhumanismo (H+) —un movimiento intelectocultural con el que tengo diferencias semánticas— considera el empleo de la tecnociencia para combatir los aspectos indeseables de los homo —de los humanoscomo el dolor en todas sus vertientes, el envejecimiento y la mortalidad. Este posicionamiento espera el devenir de los posthumanos (humanos que hubiesen asumido el control biológico de sus vidas).

Pudiera darse —y no es difícil imaginarlo— la probable posibilidad de que este anheloso movimiento tecnocientífico del transhumanismo se enquistara y redujera a particulares de elites potentadas con acceso a una tecnociencia de vanguardia; un transhumanismo de selección natural —propio de egocentrismos y neuronogénesis privadas — que no trascienda con una homogeneidad comunal —de la misma manera que no se han extendido muchos beneficios de la vida en sociedad ni los abundantes logros de la tecnociencia—. Y ésto último no es nuevo, ni raro, en la bioevolución del homo (como tampoco lo es en la bioevolución de otros seres vivos). Cosas estas de la animalidad y vegetabilidad

Habrá que buscar un consenso prosocial (no altruista) que, bajo una dirección estricta cienciotecnócrata, lo elabore sobre una base constitucional en la que se recojan determinadas escalas de valores y un tratamiento de los individuos prosociales a respetar. Para esto último habrá que incluir en el combate de los aspectos no deseados de los homo el del comportamiento no prosocial. Cosas estas de la racionalidad.

De lo contrario —si no existe un consenso y un baremo— el futuro de los humanos será el mas adecuado para aquellos que quieran y puedan económica y tecnocientíficamente —nuevos faraones construyendo actualizadas pirámides—. Un ¡ sálvese quien pueda ! y una victoria mas de la tiranía nucleica en la azarosa bioevolución.


Aulo Pila



27/5/15

INMORTALIDAD



LOS HUMANOS RECLAMAN UNA CUOTA EN LA CAUSALIDAD

Hubo un tiempo —perpetuado— en que el homo piensa que un animal con una razón como la suya no puede irse de la vida con la muerte ; y tal incomprensión le llevó a creer que algo superior le había elegido —de entre la vida— para ser eterno; una eternidad post mortem supeditada a la dictadura y al cumplimiento de unas normas —reglas ideadas por ese supremo

Y ese homo, tras un tiempo tan físico como el anterior, se cansó de aguardar a que la esperanza y la fe en esa vida perenne —en esa inmortalidad post mortem—fuese avalada por algún testimonio de ultratumba o una certificación científica de este lado de la sepultura; pero no vino testimonio alguno del otro lado, aunque si lo hubo de éste; y ,en esta vera, la ciencia dijo que nadie vivía después de muerto —que era imposible y que representaba la muerte de una dádiva con la que la naturaleza había agraciado a la existencia—. Un meritado desenlace a un desgaste que a esos homo volvía cansados, viejos y decrépitos; un fin que era necesario por y para una biología exigente en cuyas leyes no se participaba.

Pero la ciencia —la tecnociencia— también dio otros testimonios. Manifestó que se puede luchar contra la propia naturaleza en una pugna que requiere de técnica y de ciencia —de tecnociencia; un enfrentamiento en el que los humanos podrían rivalizar a una biología tiránica; un enfrentamiento por el que lograrían ser inmortales después de muertos —manteniendo el ser vivo neuronal cognitivo o sus productos en el devenir— o alcanzar la inmortalidad por no morir

Habrá que tutear a esta naturaleza opresora y amonestarla; el homo —un engendro suyo— quiere ser parte de su causalidad.


Aulo Pila






EXTINCIÓN CONCRETABLE

EXTINCIÓN BIOEVOLUTIVA, EXTINCIÓN GEOCÓSMICA Y HOMO EXTINTOR


La extinción —como como desaparición gradual— es intrínseca a la vida. La existencia conlleva un final en algún momento; y esa extinción es obediente a dos causas fundamentales: los fenómenos bioevolutivos y los fenómenos geocósmicos con repercusión biológica.

Es el cese bioevolutivo un devenir normal derivado de los cambios que una especie sufre en su interacción con el medio. Pero, además, se debe contar con la posible extinción — masiva o no— que pueda obedecer a unas causas incontrolables —a diferencia de la bioevolutiva— entre las que se encuentran las causas intrínsecas y extrínsecas a la biosfera. Son algunas de ellas: la erupción de supervolcanes, las fluctuaciones en el campo magnético terrestre, las glaciaciones globales, los impactos de los asteroides y las explosiones de las supernovas. Una y otra son extinciones casi precisas desde un punto de vista determinista.

Por otro lado, hay que contar con un elemento causal importante: el factor humano —el homo sapiens sapiens extintor— de cuya controlabilidad aun se pueden albergar esperanzas. El homo extintor podrá ser causal en las masivas y universales y lo es ya en las masivas y particulares. El homo extintor podrá ser causa de su propia extinción. 

La única posibilidad de cobijar optimismo —de poder hacer uso de esa probable gobernabilidad— es que los humanos, algún día (y antes que llegue una situación catastrófica irreversible), tomen el poder de la biosfera.

Aulo Pila

25/5/15

PROSOCIALES E INCUMPLIDORES

PROSOCIALES Y NO PROSOCIALES


Sociales, sociables, son casi todos los homo - los seres humanos -. Sin embargo, no todos consuman lo que la sociedad establece de obligado cumplimiento - por necesario -: se pueden considerar, éticamente, los prosociales (o cumplidores) y los incumplidores (o no prosociales). Y no empleo aquí el vocablo antisocial ya que su utilización se ha extendido en exceso, aunque es cierto que, entre los no prosociales, los hay antisociales - además -.

Son los prosociales esos miembros del colectivo que tienden a conducirse dentro de una necesaria obligación - a comportarse -, e incluso, algunos de ellos, rebasando ese deber inexcusable, se significan por actividades altruistas y/o filantrópicas.
Están, por otro lado, los incumplidores que se impulsan unas veces desde la vereda de lo no prosocial per se y otras por atajos o desvíos de lo prosocial que eluden el compromiso. Son estas desviaciones las que deben ser comunitariamente puntuadas en negativo punctum temporis y restadas de un haber, supuesto y concedido al nacer, existiendo un nivel para un cierre contable. Los puntos positivos, que también deben existir, serán otorgados por las acciones adecuadas dentro de la norma y por aquellas con algún valor superior previamente establecido por unas escalas científicamente estudiadas. Pero, el mayor problema surge cuando la conducta prosocial no es epigenéticamente viable. 

Ocurre además que, entre los prosociales y los incumplidores, existe una injusta proporción numéricaLos que cumplen - los Unos - son el grueso de la población que ocupa - para la didáctica de este tema - un centro de la misma acotado por dos bandas de insurrectos en los niveles superior e inferior. Los del nivel inferior, que justifican sus insubordinaciones gravitando sobre una menor formación sociocultural y un menor poder adquisitivo - parámetros estos de exculpación argumentados en todos los tiempos -; y los de la banda superior, que lo hacen basándose en lo contrario: se consideran los mejores, los más cultos y preparados, los elegidos y aquellos cuyo mayor poder de consecución es fruto de sus esfuerzos y adiestramiento. Estos, de las bandas, son los Otros. Y ambos creen que la sociedad les debe algo: bien por defecto, bien por exceso.

Entre los situados artificiosamente en el centro, entre los de la zona prosocial, también existen casos, aunque menos frecuentes, de subversión. También ellos creen que la sociedad les debe algo por su mayor constancia en el cumplir y por no luchar, ella, lo suficiente contra el fraude de los otros.

Sobre esta base expuesta de lo prosociallos humanos deben establecer un control riguroso del cumplimiento. Una mejor educación, un mejor y más justo reajuste de los considerandos de la no prosociabilidad - formación y remuneración - junto con el examen puntuable de las conductas , conducirán -poco a poco, pero sin treguas - a un colectivo cada vez mayor de cumplidores prosociales que podrá participar - dejando a un lado a los no aptos - en la bioevolución de los elementos constitutivos de una humanidad para la excelencia.


Aulo Pila